Me gustó la apertura del curso por parte de la Fundación. Cuando se nos reunió a los padres en el salón de actos y Pellicer explicó, o reexplicó, las asignaturas, metodología, etc que diferencian a Trilema. No éramos pocos los padres que teníamos la sensación de que se nos tenía un poco olvidados. La sensación, errónea o no, de que los esfuerzos de la Fundación se estaban focalizando en explicar su modelo a quienes estaban llegando nuevos, y que se habían olvidado de convencer a quienes ya estábamos enrolados en el proyecto. 

De entre todas las cosas que contó me quedé con el apunte para la “escritura creativa”. Porque esa asignatura me tenía desconcertado. Las búsquedas en internet se dividían entre las entradas que remitían a la venta de kits de caligrafía, y una nueva categorización de la escritura que se definía por la vía negativa (no es profesional, periodística, académica ni técnica) … pues vale. Nosotros estudiábamos literatura. 

Pellicer lo despachó con una claridad meridiana: “son las redacciones de toda la vida. Aquellos ejercicios que hacíamos nosotros, que en un determinado momento se suprimieron por unas razones determinadas, y que estamos recuperando por las ventajas que tiene”.

Misterio aclarado. Paradigma de sociedades hipercomplejas. Reformulamos conceptos existentes y adaptamos viejas prácticas a realidades contemporáneas haciéndolo pasar por nuevo. Nihil novi. 

Un curso interrumpido por la crisis de Coronavirus

El curso comenzó, y continuó. En orden. Hasta que nos llegó la noticia de que se suspendían las clases y se cerraban los colegios. Tan pronto como nos permitieron teletrabajar empujé a mi familia al coche y volví con ellos a la casa de mis padres. Al pueblo donde nací y me crie. En tiempos de crisis buscas la seguridad de los espacios conocidos. No necesariamente son los buenos, pero son en los que te puedes desenvolver con comodidad y aminoras el vértigo del riesgo.

Y aquí quedamos confinados. Solos. Solos con mi madre, conectada por video-conferencia mientras cocino. Casi ciega, es capaz de regañarme porque percibe que me dejo pasar la cebolla de la tortilla a través de una pantalla situada a dos metros del fogón. Y acierta. Solos, con el recuerdo vívido de mi padre. El día de Reyes hizo un año que se me murió, y ahora soy yo quien está aquí, ocupando el espacio de padre en la casa en la que él lo fue. En su lugar, cuestionándome qué tipo de padre fue conmigo; y qué padre quiero, puedo y debo de ser yo.

Si hago memoria, el afán educador de mi padre se reducía a una fórmula aparentemente sencilla: “hacer de mi un hombre”. Quería que “fuese un hombre”. Sabiduría no ilustrada heredada de su padre, mi abuelo, quien hizo de él otro hombre. Visto así la encomienda es sencilla: me toca hacer de mis hijas “unas mujeres”. Signifique eso lo que quiera que signifique.

Llegó la pandemia, nos refugiamos en el pueblo, el Estado de Alarma… hemos aprendido a teletrabajar, a convivir como no habíamos hecho antes, a generar rutinas ancestrales en cuestión de minutos, a odiar el yoga que antes nos gustaba. Y miramos a Trilema con pavor. Que qué hacemos con los niños ¿Qué pasa con su curso? Dios nos libre del estigma de la repetición. ¿Dónde y cómo nos llegan los deberes?

La respuesta desde Trilema

La respuesta de la Fundación comenzó por tenerlos todos los días desayunados, despiertos y en funcionamiento a las 10:00, para una reunión de quince minutos donde daban unas pautas, y explicaban cómo hacer un “reto” en el que me tenía que fotografiar con las crías haciendo posturas gimnásticas y enviar una foto que bien podría pasar por una campaña de GreenPeace “Salvad la ballena”.  Pero de lo que importa, de cómo se evalúa, se acabó diciendo que no habría calificaciones numéricas; y se nos devolvieron las preguntas: sobre sus rutinas, su bienestar, medios telemáticos y comidas. Ni una mención a “los ejercicios del libro, en la página, desde-hasta”. Se nos habló de “Salud” como concepto integral. Pues vale.

Pellicer acudió de nuevo al rescate para aclarar el término: salud como ser, no como estar. Nos habló del bienestar personal y familiar como necesidad para los niños. De la prioridad de formar cabezas independientes, autónomas, críticas, con capacidad de adaptación, sanas, en definitiva; por encima de la mera transmisión de conocimientos. Y cómo los profesores estaban trabajando en ese sentido, y no en otro. Profesores preocupados continuamente por los chavales, he sentido cómo se nos trataba con una calidad humana encomiable. Sin tensiones, con liderazgo. Las ideas, claras. Un equipo profesional que a las 20:00 de la tarde, cuando hacía ya dos horas que se me había agotado el último ápice de paciencia, seguían chateando por hangouts con los niños. Como si no tuvieran familias, ni problemas, ni tensiones, ni enfermos, … 

Y por fin caí en la cuenta de que igual que llaman “escritura creativa” a las redacciones, cuando hablan de “Salud” quiere decir que nos están ayudando a “hacer mujeres y hombres”.

Mi padre estaría satisfecho con la gestión de Trilema, porque me están ayudando a ser un mejor padre. A hacer de sus nietas “dos mujeres”. Y eso le habría gustado mucho.

Antonio Blazquez

Padre de alumno en Trilema El Pilar

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