La tarea principal del docente es educar, enseñar. Es fundamental que el profesor sea capaz de ayudar a sus alumnos a adquirir y madurar los conocimientos y aprendizajes propios de cada edad. Pero de igual manera, otra labor del educador es la de facilitar y ayudar a que sus alumnos vayan conociendo la persona que habita en ellos mismos, es decir, ayudarles en su propio autoconocimiento. 

El buen maestro debe colaborar y promover ese autodescubrimiento (sus gustos, debilidades, fortalezas, inquietudes…) y ayudarles a salir de la mediocridad, de la conformidad que en muchos de ellos campa a sus anchas, de la angustia que muchos tienen por no ser como los demás y no querer ser diferentes. 

El profesor debe ser capaz de sacar de cada alumno su mejor versión.

¿Es importante conocerse a uno mismo? ¡Sin duda! Es muy importante el hecho de que cada alumno sea capaz de identificar y descubrir lo que quiere hacer con su vida. Y en esta decisión se juegan una parte muy importante de su futuro.

La educación en valores es educación en el descubrimiento de nuestro ser interior, de nuestros gustos, de nuestros anhelos, de lo que queremos lograr. Es tomar conciencia de quiénes somos y el momento en el que vivimos. Y es importante que el profesor valore a sus alumnos, que les reconozca como grandes genios y les dé cuantas más herramientas para luchar y lograr por sus sueños, mejor. Debemos creer en ellos, en sus capacidades.

La educación en valores es educación en la fortaleza, en la aceptación de nosotros mismos, educación en la honestidad y en la fidelidad. Ahora bien, ¿y las familias? ¿qué papel juegan en todo esto? 

Poseen la responsabilidad primera y última, aunque compartida, de la educación moral de sus hijos. Aunque los educadores no dejamos de ser un apoyo, el cual es más eficaz cuanto mayor es la implicación y compenetración de ambos pilares (familia y profesorado).

Los padres y/o familiares han de tener en cuenta que son un ejemplo ante sus hijos, que deben conocer a sus hijos como seres independientes de sus padres y/o sus hermanos, sin comparaciones. Aceptarles tal y como son e intentar modificar posibles conductas disruptivas de forma amable, sincera y con firmeza al mismo tiempo. Ser conscientes de la sociedad y ambiente que les toca vivir y tomar acuerdos en común, que no sean decisiones unilaterales. No proyectar frustraciones sobre ellos y alabar sus cosas buenas y actos provechosos. Pero especialmente, tener tiempo para dedicarles, escucharlos, atenderles, orientarles y ayudarles.

Las personas estamos hechas para vivir en sociedad y con ello alcanzar la felicidad. Y los valores constituyen los cimientos de nuestro presente y futuro, dando sentido a nuestros actos. Es importante que los niños tengan sueños y metas, porque eso les ayudará a formarse como personas organizadas, crecer intelectualmente y comprender los conceptos de esfuerzo y trabajo. A reconocer el valor que tiene su propio trabajo y esfuerzo y valorar y respetar el de los demás. Además, una educación en valores les ayudará a ir construyendo su futuro y lograr una sociedad más tolerante, comprometida y con mayor resistencia a la frustración. 

Martha Isabel Pérez Hernández

Maestra en Educación Primaria y Pedagogía Terapéutica

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