Hoy empieza un tiempo especial para la Iglesia y para todos los cristianos. 

Hoy es Miércoles de Ceniza, primer día del tiempo de Cuaresma

Y de estas dos palabras iniciales, Ceniza y Cuaresma, empiezan a caer, como flores de un árbol, muchas más: desierto, ayuno, caridad, oración, austeridad, cruz, tentación, fuego… Y entre todas van formando una alfombra bajo nuestros pies que nos lleva desde el día de hoy hasta la fiesta más grande del creyente: la Resurrección.

Nos gustaría mucho que pudiéramos hacer el camino juntos y de alguna manera estar unidos en el espíritu, ser también en esto comunidad.

Por eso hoy desde el colegio cogemos la mochila, hacemos silencio, cerramos los ojos y respiramos hondo en medio de tanto ajetreo, con una felicidad honda y serena, porque sabemos que es una suerte tener una esperanza que abrigar, un viaje que emprender y compañía con la que hacerlo.

 

Como decíamos, dos palabras dan inicio a todo: Cuaresma y Ceniza. ¿Por qué la Cuaresma? ¿Qué es esa ceniza? ¿Qué significa? ¿Por qué ceniza y no otra cosa? 

La Cuaresma no forma parte de un juego de contrarios, no es el tiempo opuesto a la Pascua. Cuaresma y Pascua forman parte del mismo camino: la Cuaresma son los pasos primeros y la Pascua son los pasos del final. Los cristianos no lloramos la muerte de un Dios que sabemos vivo. Los cristianos, como otras religiones, guardamos un tiempo para hacer retiro. Aunque no podamos detener el día a día, la Cuaresma es una parada interior para, al menos una vez al año, lograr silencio, quedarnos a solas, orar, sanar heridas; y quitar del corazón los pesos que vamos acumulando y que no nos dejan ni amarnos bien, ni amar bien a los demás, ni amar a Dios, quien mientras tanto nos anhela. La Cuaresma no es un camino de oscuridad… Es, muy al contrario, un camino de LUZ.

El gesto de poner ceniza sobre nuestra frente o nuestra cabeza no es un teatrillo ni una parafernalia. Más allá de una señal de arrepentimiento en la cultura judía, en los textos más antiguos de la Biblia la ceniza es ya un símbolo de necesidad: Isaías escribe “el corazón engañado extravía a quien se satisface con cenizas” (Is 44, 20) para referirse a un hombre que ha olvidado a Dios y ha puesto su corazón en otras cosas; el Libro de la Sabiduría describe al que ha olvidado a Dios de manera parecida: “Su corazón es ceniza, su esperanza más vulgar que la tierra.” (Sab 15, 10).

Ponernos ceniza en la frente es una manera bonita (callada, sencilla, personal) de convertir en gesto un sentimiento: el de pequeñez. No una pequeñez humillada, sino una pequeñez humilde, que no es lo mismo. La pequeñez que siente María al saber que Dios se ha fijado en ella, la pequeñez que elige Jesús en Juan para hacer de él el discípulo amado, la pequeñez que Abraham veía en sí mismo (“yo que soy polvo y ceniza”, Gn 18, 27) aunque había sido el elegido de Dios para hablar con los hombres. 

Ponernos la ceniza, reconocernos pequeños antes de empezar el camino, es decir en alto  

“Quiero hacer este camino porque mi corazón necesita Tu final.”

 

Rosa Vigil

Coordinadora de Pastoral

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