Hace poco leía en un libro de Dolores Aleixandre el uso de la palabra griega proago (preceder, ir delante de) en la Biblia.

Jesús nunca se dejó preceder más que por el Padre. Nunca dejó que uno de sus discípulos fuera delante de él en un camino. Dejaba claro con su gesto que quien iba siempre primero era él. 

Si él es siempre el que precede, nosotros caminamos siempre precedidos. Y esta es la gran noticia en el tiempo de Pascua. Por donde sea que tengamos que pasar, Él ya ha pasado antes y va delante de nosotros. Tomo ahora textualmente las palabras de la autora porque para mí han resonado en este comienzo de la Pascua tan peculiar que nos toca vivir: 

“Cuando las situaciones parecen estar definitivamente bloqueadas, cuando tenemos la sensación de que todo está perdido y estamos en un camino sin salida, la seguridad de sabernos “precedidos” posee una energía capaz de sostener nuestra permanencia y librarnos de la tentación de desánimo y desesperanza.  Nos ofrece el poder del Resucitado y su mano tendida para agarrarnos precisamente cuando nos parece que hemos llegado al límite de nuestras fuerzas.  Si él va delante de nosotros, no existe ninguna situación humana, por catastrófica que sea y por cerrada que aparezca, que no haya quedado afectada por su resurrección. Cualquier pretensión humana de encerrarse o encerrar a otros en ámbitos de exclusión y “perdición”, sean del tipo que sean, queda descalificada y privada de la posibilidad de tener la última palabra.”

Este pasado domingo en todos sitios habría salido a la calle Jesús Resucitado. Habrían salido en procesión imágenes de un Jesús glorioso, luminoso, Salvador. Habrían salido a la calle en forma de Aleluyas de colores que se tiran desde los balcones, en forma de música, de palmas, de “vivas”…

Pero es imagen de Jesús Resucitado también el sol que nos despierta cada día. Es imagen de Jesús Resucitado una eucaristía que se celebra en la más pobre de las capillas en el rincón más olvidado del mundo, y es Jesús Resucitado las eucaristías que hoy se celebran en iglesias vacías para llegar a través de Internet a hogares llenos. Es imagen de Jesús Resucitado la oración que esta emergencia está trayendo a muchas familias que nunca antes rezaron juntas, quizá porque ni si quiera antes se sintieron tan juntas. 

Es Jesús Resucitado cada niño que nace, porque es signo de que Dios sigue bendiciendo a los hombres. Está Jesús Resucitado en el abrazo que nos saca de una tristeza, en una mirada dulce que borra nuestro cansancio. Es Jesús Resucitado la alegría profunda de compartir la vida con los demás, ahora, por fin, los más cercanos; y la preocupación cariñosa y atenta por todos los que tenemos lejos. Es Jesús Resucitado la paz que nos da una oración. Es Jesús Resucitado la Providencia que hay detrás de todo. Es la fuerza de Jesús Resucitado quien sostiene la esperanza en un corazón que como Jesús sufrió sufre y como Jesús lloró llora, pero espera siempre, como Jesús, resucitar.

Qué hermoso si después de todo esto, somos capaces de vivir como resucitados, y no como esclavos de tantas cosas que hemos permitido que nos roben esta condición.

“Yo he venido para que tengáis vida y la tengáis en abundancia.” (Jn 10, 10)

Rosa Vigil

Coordinadora de Pastoral

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